Parquear, según el diccionario significa aparcar, estacionar...pero para nuestras familias parquear tiene un significado muy distinto que poco o nada tiene que ver con quedarse quieto, estacionado, sino más bien lo contrario.
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Mónica Carretero |
Parquear, recorrer los parques siguiendo el ritmo y las ganas de jugar, correr, trepar, tierra, saltar, más tierra...es una actividad muy movida y cansada. Parquear cuando se hace en compañía de otras mamás además es una terapia, desahogo, consulta, aprendizaje, consuelo, ...y muchas cosas más que siempre quedan interrumpidas por que nuestra atención no deja de estar en nuestros pequeños parqueadores intrépidos.
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Jennifer Black Reinhardt |
Inma es una mamá de una gulubita ocasional, Julia. Con ellas hemos
compartido tardes de parque y encuentros en el bosque de Gulubú, tenemos
muchas conversaciones interrumpidas y algunos cafés pendientes. Le pedí
que escribiera algo para el blog y ha conseguido ponerle palabras a
unas vivencias que seguro son familiares para muchas de nosotras,
gracias Inma por compartirlas.
Ahora que no estoy
Cuando Paula me pidió que escribiese
un artículo para “El bosque de Gulubú” ya me estaba despidiendo
y de hecho se me hace extrañísimo escribir sobre la maternidad
estando fuera de Reus. Mi hija ha nacido en esta ciudad, dio sus
primeros pasos en la Plaza Mercadal, con ella he recorrido mañana y
tarde todos sus parques y estoy segura que no sería la madre que soy
sin haber vivido los casi tres años y medio de mi hija allí y sin
haber conocido a las personas que por mi vida han pasado en este
tiempo. De todas he aprendido algo nuevo, y me han ayudado a vivir
este tiempo de infancia con cariño, con tranquilidad y con una
perspectiva hacia los niños que antes no tenía.
Cuando de niña o jovencita pensaba de
manera abstracta en tener hijos, en ser mamá, tenía como todas
supongo una imagen bastante edulcorada de esta etapa vital. Nunca me
imaginé que sería así. Y cuando digo “así” me refiero a tan
sola. Me pilló fuera de mi familia raíz y aunque tenía (tengo)
pareja, sus compromisos laborales le dejaban bastante fuera de juego
en cuanto a la crianza diaria. ¿Qué hizo esto? Que me abriese de
par en par al espacio que me rodeaba: al barrio cercano y no tan
cercano, a los parques, a la biblioteca. A buscar la compañía y las
experiencias de otras madres, aunque no las conociese previamente, a
encontrar a Paula, a MariCruz, a Mar. Esta apertura dejó en mí un
nuevo verbo: “parquear”, que no sé de dónde salió
originariamente, si nació en el Bosque de Gulubú o lo escuché o lo
leí en cualquier lado. Pero en mí quedó y forma parte de mi
vocabulario habitual, como “callejear” o “pasear”. Lo uso con
alegría porque de hecho parquear es una de las actividades que más
me gusta realizar con Júlia, e intento no perder el hábito ni en lo
más crudo del crudo invierno. Me gusta (a veces me aterroriza,
confieso) verla trepar, comprobar cómo crece y experimenta.
Sorprenderme al ver que cada vez salta cada vez más alto, o más
rápido o es más hábil alcanzando esa barra que antes me parecía
que estaba altísima. Parqueando conocemos todos los perros del
barrio; parqueando Júlia ayuda a los niños más pequeños a abrir
el botón de la fuente (para desesperación de otras madres me temo).
Juega con arena, con tierra y se pone perdida (y a mí me encanta).
Tampoco pierdo de vista el contacto humano tan cálido que se produce
en estos lugares: las veces que he llegado a un parque sintiéndome
un poco sola y, en cambio, he salido cargada de energía porque sin
darme cuenta, compartiendo galletas-un coscorrón-una tirita, grandes
y pequeños hemos hecho amigos y hemos vivido una tarde preciosa.
El hecho de criar sola me enseñó
también a medir mis fuerzas y a controlar los tiempos. A sentirme y
a reconocer mi estado anímico a la primera; de manera que me
perdonase si alguna vez me sentía cansada, dolorida o irritada. Por
supuesto, a no pagarlo con mi hija y a buscar alternativas de
aprendizaje que ese día no conllevase un desgaste excesivo.
Comprender que el trabajo intelectual, por las altas dosis de soledad
que necesita, está intrínsecamente reñido con el jolgorio de los
niños. Así que dejé de frustrarme tontamente cuando debía
prepararme clases, corregir o leer y Júlia me reclamaba. Los tiempos
había que medirlos para no crear interferencias ni estrés. Y esto
también lo aprendí aquí.
Ahora que no estoy en Reus, me doy
cuenta que criar fuera tuvo su lado luminoso. Me forzó y me fuerza a
salir de mi zona de comodidad y me ha motivado a buscar lugares de
encuentro en mi propia casa que antes permanecían ocultos por mi
comodidad.
Gracias, Paula, por estar ahí :)
Inma Calvo
Buenas ideas para parquear:
Guia de parques infantiles naturales
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