Para nosotros –adultos que a menudo hemos sido educados y
restringidos por límites– no es fácil comprender que en realidad los
límites pueden tener la función de definir un espacio en el cual se
puede actuar con independencia y libertad y en el cual se pueda dar un
verdadero desarrollo humano. Pero en la medida en que logramos hacer
esta distinción, nos damos cuenta de que los límites no definen el ser
del otro, sino –por el contrario– sirven para mantener el entorno
relajado, de manera que todos –niños y adultos– se sientan cómodos en
él, vivan nuevas experiencias gracias a la toma de decisiones personales
y aprendan a diferenciar entre necesidades auténticas y sustitutivas”.
Rebeca Wild
¿De
donde viene esa obsesión por los límites?
El
concepto que tengamos del ser humano en general y de los niños en
particular será lo que de forma más o menos inconsciente nos hará
adoptar un estilo de crianza u otro. La noción de que los seres
humanos nacemos con una naturaleza malvada está aún muy instalada
en nuestras creencias y esto nos lleva a pensar que los niños nacen
con impulsos y tendencias destructivas y comportamientos inaceptables
que si no logramos reprimir y controlar a tiempo se convertirá en
una especie de monstruo para la sociedad. Puede parecer un poco
exagerado pero es lo que se esconde detrás de la frase: A este niño
lo que le hace falta son límites ( usado como sinónimo de normas y
castigos). Muchas veces lo que le falta a ese niño no son límites,
sí puede ser que le falte atención, ejemplos de comportamiento
claros, referentes o incluso que le sobren estímulos, regalos
materiales, actividades extraescolares y exigencias.
Los
límites existen
Hay
límites que son absolutamente naturales, ( no puedes trepar por las
paredes como spiderman, no puedes ganar siempre, no se puede nadar en
la bañera,...); otros los pondremos por su propia seguridad, estos
son un poco más subjetivos pero también estan bastante claros ( no
puedes beber lejía, saltar por la ventana, …) ; otros límites
seran para evitar daños a terceros ( no puedes hacer experimentos
con tu hermanito, no puedes meter el gato en el microondas,...) Hasta
aquí todos de acuerdo, no hay dudas. Después hay otros límites que
hay que pactar con todos los que conviven o comparten un espacio y
son los que nos permiten crear un ambiente relajado ( no gritamos
dentro de casa, jugamos con agua sólo en el patio,...). En éstos
hay varias cosas importantes, darse cuenta de que son importantes,
para qué y quienes son importantes, que no sean muchos, que sean
siempre los mismos para todos, cómo los señalamos, cómo
acompañamos la frustración que pueden provocar.
Contención
y acompañamiento emocional
Poner
límites no es estar diciendo siempre ¡no hagas eso!. Pienso
y yo nunca le he tenido que impedir a mi hija que meta al gato en el
microondas o que no tire cosas por el balcón, o que no beba cosas
tóxicas ( incluido cocacola),...supongo que con el ejemplo y con una
crianza bien acompañada y muy buena comunicación los niños van
adquiriendo de forma natural: una conciencia de peligro, empatía y
compasión por los demas seres vivos.
Entonces,
los límites son necesarios, de acuerdo, pero no podemos ir
prohibiendo y ordenando cosas según únicamente nuestro estado de
ánimo y necesidades de ese momento. Los niños irán incorporando
los límites en función de su experiencia, de que sean coherentes y
que puedan ver su utilidad, entonces los respetaran. Pero aún así
habrá momentos en que deberemos ser firmes y frenar actitudes y
otros en los que deberemos ofrecer contención para ayudarles a
manejar las emociones que les pueden provocar los límites.
Intentar
frenar un comportamiento sin ver que hay detrás de él es un error. Si es un comportamiento producto de una necesidad legítima no atendida, ( hambre, cansancio, atención, vínculo afectivo) o si se trata de un comportamiento violento por heridas emocionales no sanadas, debería desaparecer una vez que la causa es detectada y atendida. Pero también hay momentos en los que debemos comunicar y demostrar lo que esperamos de nuestro hijo, de un modo claro, firme y al mismo tiempo amable. ( Sin pisotear su dignidad)
Ofrecer
contención es el acto de abarcar, sostener, amoldarse, dar sitio y
comprender lo que al otro le sucede, en este caso al niño. El
problema es que muchas veces nosotros mismos somos incapaces de
ofrecer contención porque nos cuesta comprender la profundidad de la
emoción del niño sin confundirnos con ella.
Es
importante separar emociones de comportamientos. Las emociones deben
ser todas aceptadas, pero no todos los comportamientos que
desencadenan pueden ser aceptados. Por eso deberíamos ayudar al niño
a reconocer sus emociones y ayudarle a buscar formas de expresarlas
que no provoquen daños. A veces sólo con sentir que se les reconoce
su sentimiento suelen tranquilizarse.
La
mejor manera de enseñar a manejarse con las emociones y a respetar
los límites es con nuestra actitud, pero, ¿por qué nos enfadamos
tanto cuando nuestros hijos están enfadados? ¿por qué nos irritan
su tristeza o su frustación? Es el momento de revisar nuestras
actitudes y de ver que nos enfadan sus acciones pero terminamos
siendo el espejo de las emociones que las provocan.
Como
padres también debemos hacerles ver que la libertad de dar rienda
suelta a nuestros impulsos y deseos se termina cuando dañamos a los
demás o nos ponemos en peligro. No se trata tanto de “ponerles
límites” a los niños, sino de ayudarles a reconocerlos y a
comprender la importancia de respetarlos. Este es un proceso largo
que tendremos que ir adecuando a la madurez del niño.
Niños
obedientes
Detrás
de la insistencia en poner límites como forma de dejar claro quien
manda, el no cuestionar las órdenes, censurar los errores y las
equivocaciones en vez de verlas como fuente de aprendizaje,...suele
haber el deseo de querer perpetuar un modelo social en el que es
necesario que sus ciudadanos sean fácilmente moldeables y
manejables: obedientes (¿niños buenos?).
El
cambio social empieza por un cambio individual, de valores, de forma
de relacionarnos,...nuestros hijos nos dan la oportunidad de
replantearnos todo eso y de crear junto a ellos un nuevo camino, que
tenga en cuenta a las personas.
Es
pues, un acto de responsabilidad educar a nuestros hijos de acuerdo a
modelos coherentes con el cambio que queremos.
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