El bosque de Gulubú

El bosque de Gulubú
Sarah Preston

"¿Ustedes vieron esos libros-sorpresa que cuando uno los abre aparecen figuritas de pie?

Bueno, igualito es el bosque de Gulubú. Como las marionetas dormidas. Uno le tira de los hilos y ellas se ponen de pie, bailan y se mueven.

El bosque de Gulubú está planchado en el suelo, y cuando su dueño tira de los alambres, los árboles y los yuyos y las casitas y los bichos aparecen todos como diciendo:

Aquí estamos. Estábamos jugando a la escondida. "(...)


"Por eso, si ustedes alguna vez encuentran detrás de un árbol, o detrás de cualquier cosa, a un inspector enanote y sabihondo que les dice que no es posible que existan un enanito y 7 Blancanieves, o que no es posible que exista cualquier cosa linda, ustedes pueden contestarle:

–Sí señor, existe, en el bosque de Gulubú."


Dailan Kifki

Maria Elena Walsh






domingo, 18 de marzo de 2018

Jugar a la casita es reinventar la vida

Molly Walsh


Hoy traigo al blog un artículo de Camilla Hoshino que nos habla de la importancia del juego y en especial de un tipo de juego, al que seguro hemos jugado, y hemos visto jugar...A casitas. Pero,¿qué hay detrás de ese juego tan universal?, ¿qué representa y porqué todos los niños del mundo juegan a limpiar, cuidar, cocinar, representar la vida familiar?






Limpiar, arreglar, cocinar: jugar a la casita es reinventar la vida
por Camilla Hoshino


Las sábanas se transformaron en paredes, hojas de plátano protegen de la lluvia y cualquier puñado de tierra puede transformarse en alimento. Todo es posible cuando se trata de la imaginación de los niños. En ese paisaje encantador de la infancia, el olor de la comida recién cocida puede sentirse por todo el ambiente. Todos se mueven y experimentan papeles, pues los sentidos dados a las acciones son inagotables. De los ladrillos que construyen la fantasía, en los mínimos detalles, surgen casas enteras, listas para recibir cualquier visita. Entre sin pedir permiso y siéntase a gusto. Jugar a la casita es una invitación universal.





Jugar es mucho más que una forma de pasar el tiempo, un verbo que forma parte de la gramática cultural de la infancia. Se revela como un medio de expresión, un puente para el diálogo con otras personas, una posibilidad de conocerse, desarrollarse y dar alas a la imaginación. Al final, "jugar es un lenguaje humano", como resume la asesora pedagógica del área de educación y Cultura de la Infancia del Alana, Raquel Franzim.

Del vocabulario que nace en los más diversos tipos de interacciones del juego, un sustantivo se destaca: la casa. O mejor, casita, un juego bastante popular y tradicional, de norte a sur del país, entre habitantes del campo y de la ciudad, de varios orígenes culturales. Como explica Franzim, el simbolismo de la casa está atado a las tareas de edificar, de construir, de abrigarse y habitar.

    "La construcción de la casa es también un espacio de esparcimiento. Las casas son lugares de acogida de sí mismos y del otro, territorios de vínculos y cuidado. Es un lugar de intimidad."



¿El juego tiene género?

Las etiquetas de "juguetes para niñas" y "juguetes para niños" forman parte de las construcciones de estereotipos de género y han sido cada vez más debatidos y cuestionados. A pesar de que estos papeles son reforzados por la industria de juguetes, de acuerdo con Raquel Fanzim, los juegos de los niños son posibilidades de reinvención de sentido. "No podemos ver el juego de los niños como una reproducción literal de la vida en sociedad", afirma.




Para ella, al escoger los propios juegos, el niño tiene la oportunidad de experimentar diversas formas de estar en el mundo, vivir papeles, sentimientos, gestos y movimientos. "Al escoger el juego que tiene más sentido para ella, el niño se adentra en el campo del imaginario. Por eso, los límites y contornos sociales se mezclan, se diluyen, se ensanchan o incluso son cuestionados.

Al adentrarse en el universo de los juegos de niños y niñas en una escuela municipal de educación infantil, la pedagoga y doctora por la Facultad de Educación de la USP - Universidad de São Paulo, Daniela Finco, observó cómo los niños eligen espontáneamente todo tipo de juguete sin constreñimiento. "Los niños participaban en juegos como cuidar de la casa, cocinar, pasar ropa, cuidar de los hijos, que son vistas como funciones de las mujeres; "los niños intercambiaban y experimentaron los papeles considerados masculinos o femeninos durante los momentos de juego", describe la investigadora en el artículo "Relaciones de género en los juegos de niñas y niños en la educación infantil".

El estudio llevó a Finco a la hipótesis de que niños no poseen inicialmente prácticas sexistas o las reproducen totalmente de la forma en que son construidas por la cultura en el mundo adulto, pero van asimilando posición y jerarquía entre los sexos a lo largo de la permanencia en la escuela. Las instituciones, a partir de las concepciones naturalizadas y enseñadas por los adultos, es que "agrupan" a los niños. En este sentido, para la pedagoga, el profesional de educación infantil tiene un papel fundamental para garantizar que las relaciones puedan ocurrir de forma libre, sin cargos relacionados con un papel predeterminado que las niñas o los niños deben cumplir.

Relaciones horizontales


El investigador, artista plástico y educador Gandhy Piorski, en el libro "Juguetes del suelo: la naturaleza, el imaginario y el juego", describe la casita como un juego que presenta a los niños cuestiones de semejanzas y diferencias, proporcionando el cuestionamiento de jerarquías. "Incluso en un juego de casita en que padre y madre tienen puestos definidos, ocurre una continua ruptura de los papeles", afirma. Esto porque, de acuerdo con él, el juego suele establecerse entre pares-hermanos, amigos o vecinos de edades semejantes - lo que posibilita el establecimiento de relaciones más colectivas, participativas y horizontales.




"Así, no hay dominados ni dominadores en el juego. Cuando nacen, tales instituciones necesitan llegar a un pacto con todos los que juegan. En caso contrario, se los destituye de su papel de padre o madre . Prevalece la autonomía de cada uno en las diferencias. "Un campo abierto de la diversidad", relata Piorski. El papel del adulto, por lo tanto, sea en la escuela o en casa, en la opinión de  Raquel Franzim, es sólo garantizar el espacio para que la imaginación del niño pueda manifestarse, para que la creación sea nutrida. "El adulto puede ampliar el abanico de elección de materiales, por ejemplo, dejando que objetos de lo cotidiano, como ollas, platos, incluso alimentos de verdad, formen parte del juego", sugiere.

"El ser humano es humano en la medida en que crea desde dentro hacia afuera: crea pensamientos, sentimientos, acciones. Y el comienzo de estas creaciones es el juego. Impedir o reducir el juego libre y espontáneo significa reducir el potencial de cada ser de ser cada vez más humano. Además, el juego mezcla entre las edades, los sexos, la gente, las culturas - por lo que se convierte en contemporáneo. Por eso, el juego creativo forma parte de los derechos humanos universales." (Ute Cramer, cofundadora de la Escuela Taller-Social Alianza por la Infancia en Brasil, en el libro Territorio del Jugar: Diálogo con las escuelas.




Lo importante es que cualquier juego nazca del propio niño/a, teniendo él o ella la responsabilidad de organizarlo. La actitud positiva por parte de los adultos, según Franzim, sería invitar a los niños a visitar ambientes más amplios y libres, como los parques o espacios que posibiliten un contacto con la naturaleza. La invitación es bienvenida, pero la palabra final debe ser del niño.

"El juego es la expresión de la capacidad de ser por entero de los niños, no sólo de tener uno u otro aspecto desarrollado, sino tener toda la fuerza vital proyectada en gestos, movimientos y narrativas. El juego es estructurante del mundo interior del niño, sin embargo , ese mismo juego también forma, crea, y reinventa la vida ", concluye la asesora pedagógica del área de educación y Cultura de la Infancia del Instituto Alana, Raquel Franzim